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jueves, 17 de marzo de 2011


Nunca quise criticarte, prefiero reservar mi tiempo para halagarte aunque se que debería odiarte por ser tan exquisito a la hora de ver que es lo que realmente vale la pena y darte cuenta que no entro entre aquellas cosas importantes de tu vida. Entiende si escribo sobre nosotros, eres parte de mi vida aunque desees nunca haberme conocido. Soy un verdadero problema y creo que no soy quien para andarme con rodeos y hablar mal de quienes estan mejor. Comprendo que hiciste lo mejor para vos, actuaste segun tu bienestar y en parte, me alegra que sea así. A mi lado, probablemente lo hubiera arruinado todo con el tiempo. Te prometí que siempre iba a quererte y no mentí sobre ello, sólo espero que tu poder de discernimiento te permita verlo. Me convencí de que habías cometido un error al dejarme varada en este camino lleno de piedras, lleno de tanta mierda menos de amor pero entiendo también que mis caídas te dolían demasiado y que conmigo, te hacía caer a vos. No me detuve a ver que tus heridas también sangraban como las mías y obviamente, nunca me perdonaré haberte perdido de tal forma. Espero que perdones algún día mis errores y si no lo haces, tu voz siempre retumbará en mis oídos y me recordará que te tuve algun día y que mis problemas y mi estupidez te dejaron ir, que jamás volvere a ver tu sonrisa celestial. Deberías saber que por más que hayas puesto punto final a mi existencia en tu vida, algún día te veré caminar por la calle, te reconoceré, sonreiré y estaré segura de que estas mejor sin mi. Te veré y sonreiré porque seguiré queriendote sin que lo notes, sin que siquiera tengas que acercarte a mi ni yo a ti.

La ciudad luce tan hermosa desde donde estoy. Cuesta abajo todo parece mucho más fácil de observar, de comprender, de asumir. Muchas veces me paro a ver las luces de los edifícios altos parpadear a lo lejos, me llama la atención como todos corren de un lado para otro sin prestarle atención a aquellas cosas que nos rodean, a esos segundos que marcan la diferencia. Sucede que a veces también olvido esos detalles que hacen de mi historia actual lo que es. Y así como la ciudad hoy se sitúa cálida con sus luces donde está, se ha construido y ha cambiado a lo largo de todo este tiempo. Bueno, cambiar. Quizás cada vez se le suman más edificios a su estructura porque las ciudades tienen esta extraña capacidad que nunca las deja colapsar, ellas simplemente se expanden. Mi cuerpo no, mi cuerpo es más tranquilo y rutinario que una ciudad pero muchas veces me encuentro sin ser registrada, como las calles solitarias y oscuras de una ciudad. Soy como esas calles donde los negocios están todos cerrados, donde el sol no alumbra entre los recovecos, donde la gente camina con una sensación falta. Todos pasan alrededor mío pero al parecer, existe una capa que me hace permanecer invisible de vez en cuando. Me hace desaparecer y reaparecer al merced de mi estado anímico y mis ganas de hacer como si nada, de hacer como todos cuando no notan la sombra que los árboles crean con el resplandor del sol en la mañana, cuando no ven las nubes blancas moverse agitadas o el cielo dando vueltas alrededor de ellos. Se olvidan de esas pequeñas cosas que los rodean. Siempre me planteo que pasaría si algo de todo eso dejase de estar en su lugar, si alguien tendría acaso el tiempo de detenerse y notarlo. Cuando me doy el lujo de irme un tiempo y alejarme de hasta mi propia vida no todas aquellas personas que espero se acuerden de mi lo hacen. La mayoría, no se entera cuando me voy y cuando vuelvo. Ellos nunca ven lo que hay detrás de mi, tienen tantas ganas de saberlo todo que terminan por no saber nada. Creo que mamá una vez me dijo: "cuando queres hacer todo a la vez, terminas por no hacer nada". Todos se suben a los colectivos y no prestan atención: a mi me gusta observar cómo las lineas de la calle se pierden debajo de las ruedas del micro, cómo la parejas se sientan en los asientos compartidos y se abrazan y cómo aquellos solitarios, viajan pensando en que querrían estar con alguien, como aquellas parejas que se asemejan a la perfección, en ese preciso momento. Hay tantas cosas sucediendo alrededor de uno que cuando uno quiere darse cuenta, probablemente el viaje se haya terminado y debas volver a la cumbre para detenerte sin que nadie pueda detenerte o recriminarte que haz desafiado la sincronicidad con la que el mundo da vueltas.