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viernes, 29 de octubre de 2010


El agua vuelve a su cauce, o eso dicen, ahora que parecen que las cosas vuelven a marchar a pesar de que hay algunos perdidos de la vida que no se enteran de alguna cosilla o no quieren enterarse, no voy a darme por vencida, no hay mal que por bien no venga, ¿no? Así que ahora toca recuperar el tiempo perdido contigo, y guardarmelo para mí y para los que me quieren, porque ahora es cuando me doy cuenta de mil cosas, y tengo que agradecer, sobretodo a ti señor Juan, que me estés ayudando tanto sin pedirme nada a cambio, así que ya sabes, ¡el domingo nos vemos!

"[...] Cuando eramos más chicos, mi padre solía comentarnos las cosas que le ocurríann en el hospital y todos opinábamos. Poco a poco él se fue percatando de que sus asuntos ya no nos interesaban y dejó de platicar. Todo se combinaba en esa repentina tribulación: la comprensión de lo que seguramente estaba sufriendo mi hermano prófugo, la reflexión de lo mucho que mis padres debían quererme y el severo autojuicio de ser un vástago asaz ingrato.
-A ellos les fue mucho peor en su infancia -continuó el licenciado. ahora con el tono sereno y consolador que le caracterizaba. Tú conoces su historia. Tus padres arrastran frustraciones y complejos que les fueron inculcados en lo más profundo de su ser hace muchos años. Neurosis inconscientes qye les impiden actuar como a ti te gustaría, pero se han superado mucho, tú lo sabes. No los condenes por lo que no han logrado hacer. No los juzgues, ¡ámalos! ¡Así como son! Aprende a acercarte a ellos, hazlos partícipes de tu vida, cuéntales tus cosas y enséñales a escucharte, y si lo hacen mal perdónalos. No intentes expiarlos. Tus padres pagarán sus errores porque la vida no perdona los errores de nadie; pero evita convertirte en el verdugo ejecutor, puesto que tú, como hijo, también pagarás, y muy caro, los errores que cometas con ellos..."

[ Entregué mi corazón escrito en una canción y me dijiste "no es el momento". El sueño no se cumplió pero tampoco acabo, dejemos que lo decida el tiempo. No quise decir adiós, quise seguir junto a ti aunque no es fácil guardar silencio. Por eso no me aleje, a tu lado me quedé y ahora debo pagar el precio. De verte y no poder sentir tus labios y poder tocar tu piel.
Si solo somos amigos, acepto mi destino pues no puedo vivir sin ti. Voy a seguir a tu lado siempre iré con cuidado hasta que sientas algo por mi. Seguiré en tu camino, contigo y el tiempo dirá si seremos solo amigos.
Tus ojos dicen que sí pero tus labios que no, no me pidas que lo entendienda. Que estás muy bien como estás, que luego me llamarás, la inspiración me cierra la puerta. Que entre canción y canción rompieron su corazón, parece que el amor no es perfecto. Tu no te olvidas de mí, yo no me olvido de ti, cambiemos el final de este cuento. ]

Luego de mi rutina diaria, salí a correr. Un típico día nublado en el que el calor puede más que las ganas de ver aquellas nubes llover. Salí, no creí que la lluvia fuese un impedimento o una razón para no hacerlo. La verdad es que me encanta la forma en que las cosas se pueden desmoronar bajo los pies, correr rápido o lento dependiendo de cuan enojado estés con la vida y el mundo que parece remar en sentido contrario al tuyo. Más o menos, tardo una hora y media, suelo camniar por el mismo camino, de la misma forma solo que esta vez, cuando estaba finalizando el recorrido, las gotas de agua se precipitaron lentamente sobre mi cara. Paré el ritmo, miré al cielo y comprendí que en unos minutos el tiempo empeoró. No tenía ganas todavía de volver. En casa me aguardaba el estudio, asique decidí detenerme. Me senté en el cordón de la calle, donde comienza la banquina. El asfalto estaba estático aunque mis latidos se iban acomodando a la tranquilidad y a la vista de mi ciudad a lo lejos. Siempre me gustaron los lugares panorámicos, donde uno puede ver las cosas claras, fuera de sí. Escuchaba música, mi música o mejor dicho, las letras de las canciones que me gustan que hablan mucho de mí, de mis estados anímicos. El viento me azotaba la cara junto con las pequeñas gotas de agua desmoronandose en mis mejillas rojas, desvaneciendose en el choque con el asfalto todavía caliente. Recogí una piedra y me puse a dibujar. Como una nena jugando a la rayuela, escribí mi inicial. Y me sentí sola y fría, asíque agregué la tuya y sonreí, con ese matiz de poco convencimiento, con esa mirada herida, con ese corazón partido en el trazo que dejaba marcando el lugar que seguís y seguirás ocupando en mí. Me recordé todas aquellas promesas que terminaron en mentiras, en lo más profundo de mi cuerpo latentes, sin todavía tocar fondo. Miré otra vez hacia arriba, esperando que quizás con la lluvia el dolor cesara o algo lo reemplazara. Nada lo hizo y a veces creo, que nada lo hará. Si dejara de sentir este dolor, sería porque te he dejado atrás y no lo he hecho. Coloqué un corazón, para finalizar mi dibujo maestro y sentí que aún así seguiré incompleta, fingiendo que sigo viva en tu vida. Me apagué, con el agua de esa lluvía se extinguió la luz que algún día brilló en mí. Pasados unos treinta minutos, acaricié el dibujo como dejandolo ir, me levanté de donde estaba y mirando hacia atrás de vez en cuando, caminé. Intenté mantener la postura, porque generalmente eso hago. Cuando estaba a unas pocas cuadras de casa, se me humedecieron los ojos de dolor, de olvido, de uno que nunca sentí pero que todos se permitieron sentir conmigo. Me cayó una lágrima y la sequé, barrí con ella y de paso, con lo poco sentimental que quedaba de mi antiguo yo.