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viernes, 29 de octubre de 2010


Luego de mi rutina diaria, salí a correr. Un típico día nublado en el que el calor puede más que las ganas de ver aquellas nubes llover. Salí, no creí que la lluvia fuese un impedimento o una razón para no hacerlo. La verdad es que me encanta la forma en que las cosas se pueden desmoronar bajo los pies, correr rápido o lento dependiendo de cuan enojado estés con la vida y el mundo que parece remar en sentido contrario al tuyo. Más o menos, tardo una hora y media, suelo camniar por el mismo camino, de la misma forma solo que esta vez, cuando estaba finalizando el recorrido, las gotas de agua se precipitaron lentamente sobre mi cara. Paré el ritmo, miré al cielo y comprendí que en unos minutos el tiempo empeoró. No tenía ganas todavía de volver. En casa me aguardaba el estudio, asique decidí detenerme. Me senté en el cordón de la calle, donde comienza la banquina. El asfalto estaba estático aunque mis latidos se iban acomodando a la tranquilidad y a la vista de mi ciudad a lo lejos. Siempre me gustaron los lugares panorámicos, donde uno puede ver las cosas claras, fuera de sí. Escuchaba música, mi música o mejor dicho, las letras de las canciones que me gustan que hablan mucho de mí, de mis estados anímicos. El viento me azotaba la cara junto con las pequeñas gotas de agua desmoronandose en mis mejillas rojas, desvaneciendose en el choque con el asfalto todavía caliente. Recogí una piedra y me puse a dibujar. Como una nena jugando a la rayuela, escribí mi inicial. Y me sentí sola y fría, asíque agregué la tuya y sonreí, con ese matiz de poco convencimiento, con esa mirada herida, con ese corazón partido en el trazo que dejaba marcando el lugar que seguís y seguirás ocupando en mí. Me recordé todas aquellas promesas que terminaron en mentiras, en lo más profundo de mi cuerpo latentes, sin todavía tocar fondo. Miré otra vez hacia arriba, esperando que quizás con la lluvia el dolor cesara o algo lo reemplazara. Nada lo hizo y a veces creo, que nada lo hará. Si dejara de sentir este dolor, sería porque te he dejado atrás y no lo he hecho. Coloqué un corazón, para finalizar mi dibujo maestro y sentí que aún así seguiré incompleta, fingiendo que sigo viva en tu vida. Me apagué, con el agua de esa lluvía se extinguió la luz que algún día brilló en mí. Pasados unos treinta minutos, acaricié el dibujo como dejandolo ir, me levanté de donde estaba y mirando hacia atrás de vez en cuando, caminé. Intenté mantener la postura, porque generalmente eso hago. Cuando estaba a unas pocas cuadras de casa, se me humedecieron los ojos de dolor, de olvido, de uno que nunca sentí pero que todos se permitieron sentir conmigo. Me cayó una lágrima y la sequé, barrí con ella y de paso, con lo poco sentimental que quedaba de mi antiguo yo.

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