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lunes, 8 de noviembre de 2010


Detesto pensar que tuvimos la posibilidad de demostrarle al mundo, de probarnos a nosotros mismos, que todo era posible. Vos y yo sabemos que, por más que queramos hacer como si nada, vamos a seguir queriendonos. Y no por inercia, sino más bien porque es algo muy fuerte que no podemos cambiar. He roto cosas, golpeado mi cabeza contra la pared, he tirado todo por la borda antes de comprenderlo. Ya no lucho para que el sentimiento desaparezca. Dejo que se quede, después de todo, es lo único que nos dejamos. No te escribo cartas desde hace meses ya, y siento que pronto terminaré haciendolo porque ya no se con quien hablar. Vos entendes, realmente hablar de cosas importantes. No de mentiras y pensamientos o ideas superfluas. Pienso en vos aunque ya no con tanta frecuencia, vivo corriendo de la realidad que me ha quitado tantas cosas. Prefiero correr para que las heridas no duelan, para no tener que sentirlas y que me jodan la existencia. A veces, tengo que contarte, me sorpende una ira incontenible que me pide desconsoladamente querer matar tu recuerdo, todo lo que me une a vos, quemar las tantas cartas que te escribí en silencio y hacer que las brasas se lleven mi dolor transformandolo en un espiral de humo. No te pido que vuelvas, no se si vas a volver, sólo te pido que me cumplas un deseo, elemental: se feliz.

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