Seguidores

martes, 20 de julio de 2010


Amarga me sabía la vida cuando comprendí que dependía de cosas tan relativas e inestables. De cosas que las otras personas no comprendían, de situaciones que nadie me podría creer, de experiencias que dejaban sin palabras, de gente irreal. No parecía nada cuerdo que quisiese pertenecer siendo como soy. Tomé la desición de mantener en secreto particularidades que para otros son públicas y totalmente normales. Bueno, supongo que esta no es la vida de una adolescente normal, y que mi infancia tampoco fue una niñez normal. Que más da. Mejor no pensarlo, dicen muchos. Mejor, desvivirse en el intento.