Seguidores

martes, 20 de julio de 2010


Cuando uno quiere matar algo dentro de sí, cuando decide que es lo que necesita, cuando lo siente en lo más profundo del alma, cuando ese mal perfora los huesos y la conciencia, la tranquilidad de las noches y el ritmo de los días, no parece para nada dramático o perjudicial, sólo es el hecho de parar un estilo de dolor con otro. Cuando ya no queda nada que matar dentro de uno, todo se vuelve tan complicado, aún cuando parece que todo debería de volver la situación más fácil de llevar con uno. A veces todo lo que parece simple termina siendo más complicado de lo esperado, y lo complicado se vuelve simple cuando uno se limita a sentir.