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miércoles, 6 de octubre de 2010


Aunque parezca muy feminista decirlo, creo que algunos hombres tienen una tendencia a la histeria muy importante. Y por qué no, los que conozco yo, más todavía. Cuando estaba arriba del bondi, me llegó un mensaje de él preguntándome que haría en la noche. Claro está que habían pasado no más de veinte minutos desde que le había despedido y dejado bien claro que conmigo no se juega como con el fuego, porque francamente, soy una chispa que nunca se apaga. Pensé que quizás estaba tomandome el pelo, pero no fue así, lo decía enserio. Le dije que vería como hacer para verle pero no garantizaba nada. Arreglé todo para ir a una fiesta con mamá y después encontrarme con el entre tal y tal calle. No estaba cuando llegué, mi puntualidad le jugó una mala pasada o mejor dicho, a mí misma. Comenzó a faltarme el aire, me dolia el estómago, temblaba y me creí en un ataque de pánico que nunca tuve. En verdad, eran los lazantes, matandome el cuerpo, aunque mamá se empeñó en recalcar que eran nervios porque nunca me junto con chicos. Quise reirme, pero...estaba muriendome del dolor. Me acompañó a una heladería cercana y vomité en el baño. Descompuesta y pálida volví a donde debía estar esperando a este chico. Me lo encontré sentado en el umbral de una ventana, de un local de ropa. Abrigado en sus ropas, con perfume y una sonrisa inconfundible. No del tipo de chicos que siempre me gusto: no es rubio, ni ojos claros, ni flaco escualido o musculoso. Es el tipico chico normal. Supongo que no siendo normal, me cuesta verme al lado de una persona como el. Es muy buena persona, me hace reír y me cuida como creo que nadie me cuidó pero, sigo sin saber si realmente entre nosotros algo podria funcionar.

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