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martes, 26 de octubre de 2010


Recuerdo haberte tenido. Si, estoy segura de que te tuve. De una u otra forma, lo hice. Quisiera o no, nadie le habló de la forma en que vos le hablaste a mi alma. No se cuando te despediste de mí, creo que me perdí ese gran festín, quizás, nunca notaste que apenas lo vi en tu mirada, llore el adiós que nunca salió de tus labios. Me escondí donde no podes verme, donde tus palabras no me tocan, donde no hay despedidas ni principio y fin. No me agrada lo eterno, no, me agrada la idea de haberte tenido, un tiempo, sólo para mí, pendiente, feliz de tenerme, de estar donde estabas, de no estar en otro lugar. No me serviría de nada que estuvieses acompañandome, en el camino, a cada paso si no quisieras hacerlo, no le gustaría a ninguno de los dos vivir con el remordimiento de que hicimos de la verdad, una mentira piadosa más. No puedo negarlo, deseo a diario que el sueño que te involucra al menos dure un poco más, hubiese querido que durara más. Pero está bien. Retenerte sólo hace que esta herida duela más. Porque podría apostar a que, ya no me extrañas, ya no me necesitas y tu vida, simula estar mucho mejor sin mí. No hace falta que lo digas, a veces los hechos hablan por si solos. No me duele que sigas adelante, me duele sentir como me olvidas y junto con mi recuerdo, en tu corazón, me voy desvaneciendo. Deshaciendo. Hasta ser un pedazo de nada.

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