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jueves, 20 de enero de 2011

En un atardecer de abril, un caballito de madera miraba por la ventan como el sol se escondía. Él siempre lo hacía, y cuando los niños se iban a dormir, miraba la televisión asomado desde la escalera y le encantaba ver las carreras de caballos, soñaba con ser uno de ellos.
Soñaba con sentir la hierba fresca y revolcarse en ella, tomar agua de algún río y correr más allá del horizonte. Hasta que un día viendo el amanecer, decidió escaparse, pero un juguete lo había seguido, era el osito de peluche que sorprendido le preguntó:
- ¿Qué estás por hacer?
- Quero recorrer el mundo que me intriga - contestó
- Pero los niños te quieren y te extrañarán - dijo el osito de peluche.
- Pero ya me han cambiado por ese tren de juguete, quiero explorar el mundo que me rodea - y saltó hacia afuera donde se enredo con unas malezas pero pudo desenredarse.
El osito sabía que miraba todos los atardeceres y que estaba triste y con deseo de conocer el mundo así que lo dejó ir.
El caballito de madera salió galopando, se revolcó en la hierba, tomó agua de un río hasta que lo encontraron unas personas y lo revisaron. Ellas se lo llevaron para que corriera en carreras con caballos reales. El caballito estaba felíz que correría.
El caballito ganó carreras pero los demás caballos se burlaban de él, lo que lo hacía infeliz.
Como extrañaba tanto a los niños, decidió volver, porque no queria estar en un lugar que lo tratasen mal. Al llegar los niños se pusieron felices y él también y decidió que nunca jamás de volvería a ir.

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