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martes, 2 de febrero de 2010

mi cumpleaños (^)


El 15 de septiembre ocurrió algo increíblemente raro. Los hombres guapos de pelo en pecho no llevaron el desayuno a la cama de las economistas de metro ochenta. La chica pelirroja del periódico gratuito olvidó la sonrisa de buenos días en la ducha y el mercado no trajo pescado fresco para las amas de casa. El centro estaba desierto. Los árboles se apresuraron a perder las hojas y el asfalto se tornó caliente, como la arena de la playa en pleno mes de Agosto. Nadie salió de casa aquella mañana. Las tiendas de barrio se ocultaron tras el viejo cartel de Cerrado y, por supuesto, la luna no dio paso al sol hasta bien entrada la noche. Todo sucedió al revés, rápido y cuesta arriba. Y en medio de todo el caos universal, una familia pequeña, de un barrio pequeño y con un coche pequeño cogían los bolsos a toda prisa y marchaban al hospital echando leches. Fidela se había puesto de parto. Y traía una criatura hermosa, más hermosa de lo que ningún ser humano había visto jamás. El mundo no estaba preparado para tal acontecimiento. Y todo pasó demasido deprisa. Para los ojos de la criatura, la luna cedió parte de su brillo nocturno. Para su sonrisa, los mejores dentistas de la capital consiguieron ponerse de acuerdo en cuestión de segundos y crearon algo magnífico digno de enseñar al mundo. Y, tras horas y horas de pelea en la sala de espera entre el viento y las hojas del viejo sauce, encerraron un montón de cualidades en una cajita a la que los humanos solían llamar corazón. Metieron una pizca de paciencia, muchísima simpatía y algo a lo que llamaron genialidad. Removieron y removieron durante un buen rato y de repente algo comenzó a latir. Javiera Ignacia acababa de nacer.

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