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miércoles, 21 de julio de 2010


En una extraña manera todos somos. Es decir, para mal o para bien todos terminamos conviviendo con ello. Con la idea de sobrellevar la vida como se nos enfrente y de ahí elegir ser fuertes o débiles. Correr o quedarnos donde estemos para arreglar todo lo que nunca pudimos arreglar. Lo que es mejor evitar, lo que es más fácil dejar para después. Lo que no sabemos es que después del tiempo, lo inevitable sucede por más evasión que exista. Los caminos están, hay miles de ellos. Cruzandose, supongo que a eso es a lo que llaman destino. Los caminos cruzandose incansablemente, uno con miles y miles con uno. Podemos elegir, para todo hay una elección, aquellas que tomemos son nuestro destino. No importa cuanto uno se encapriche en creer que alguien nos crea un camino, uno hace del camino. Por eso mismo cuesta, por eso mismo caemos y nos levantamos. Y lo gracioso e interesante de la situación es que uno nunca sabe lo que nos deparan, los caminos cambian cuando uno cambia de elección, la propia vida es impredecible y creo yo, es lo único en este mundo que no pueden controlar otros que no seamos nosotros mismos.