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lunes, 26 de julio de 2010


Y de repente el gozo fue gemido.
Se convirtió la vida en tiempo herido
Y la pena fue huésped exigente.
Derramó la crueldad su voz hirviente.
Se borró la ternura y lo vivido,
Y se inclinó el recuerdo malherido
Para buscar su dulce voz ausente.
Y sin embargo, tengo la esperanza
De recobrar tus cármenes ilesos,
Cantando su dulzura y su alabanza.
Y en la luz incendiada de los besos,
Superada ya toda desconfianza,
Voy a decirte amor hasta los huesos.
Cuando supere esta distancia ardida,
Esta larga y doliente quemadura,
Este golpe de hiel, esta tortura
De tu rosa en espina convertida;
Cuando logre vencer la acometida
De la distancia que el dolor procura;
Cuando imponga la luz a la locura
Y logre revivir mi fe perdida;
Entonces volveré a habitar el cielo
De tu abrazo deseado y presentido
En las espinas crueles del anhelo.
Volveré a la tibieza de ese nido
Y en mi canto de renovado vuelo,
Voy a gritarte amor hasta el olvido.