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miércoles, 3 de febrero de 2010

Se enciende una luz !


Cuando ya estás a diez metros bajo tierra y salir a flote parece imposible, de repente, como si fuera magia, se enciende una luz. Una luz que jamás antes se había encendido. Una luz que ni siquiera te da tiempo a pensar en si lo mejor es rendirte para siempre o continuar, una luz que simplemente te empuja hacia la superficie y te muestra que, aún con tierra en la boca y el mundo en ruinas en tus pulmones, puedes continuar respirando. Hay personas que no soportan esperar y se ahogan a sí mismos, hay personas que no aguantan hasta que la luz aparece, hay personas que se dejan ir para siempre. Pero para todos aquellos valientes que cuando se quedan sin nada miran hacia arriba, llega. Y llega en el momento justo. Es como si la vida nos pusiese al límite, como si nos fuera subiendo de nivel y arrancándonoslo todo para comprobar dónde está nuestro punto máximo, el último escalón que somos capaces de soportar. Y al ver que ya está, que ya no podemos más, al comprobar que estamos al máximo y que si nos ahoga tan sólo un milímetro más no resistiremos, entonces nos da algo que lo cambia todo. No tiene porque ser algo increíble, y la vida lo sabe. Mientras más abajo estamos, menos importancia le damos a la intensidad de la luz. No importa si apenas ilumina o si no trae nada llamativo consigo, sólo importa que en la inmensidad de la nada aún queda algo, algo que no habíamos visto, algo que había desaparecido y que ahora está aquí, delante de nosotros, y que podemos utilizarlo hasta que nuestros pulmones puedan volver a respirar sin ayuda. El problema es que hay gente que no aguanta. El problema es que hay gente que se hunde antes de que la luz llegue. El problema es que no sólo nos hundimos una vez, y la primera vale con una luz, pero la segunda necesitamos dos para volver a querer mover la mano derecha, y la tercera tres... Y a la vida llega un momento en el que ya no le quedan luces.

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