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miércoles, 15 de septiembre de 2010


Nunca nos enseñaron a despedirnos, por eso duele tanto cuando un día, alguien se nos acerca y nos dice que se irá de nuestras vidas. He llegado a creer que quizás lo dicen en un estilo de pedido omiso, que solo desean que suceda todo lo contrario, quedarse, junto a uno. Pero la sorpresa y el dolor se adueñan del momento y no queda más que decir que palabras ofensivas, de odio y resentimiento para con la otra persona. No se nos da la táctica de reaccionar bien cuando deberíamos hacerlo. Por eso, lo que se debe, nunca es lo que se hace. Generalmente, uno saca su parte más afectiva y emocional en las situaciones en que uno debe desprenderse de lo que más quiere en el mundo. No se si se trata de un tema de épocas, de personas o personalidad pero hay una realidad...las relaciones de hoy en día, han perdido ese valor hermoso que antes tenían. Anticuada, puede que lo sea, pero que lindo sería que la gente valorase a la persona que tiene al lado, que no espere a perderla para comprender que la necesita, que la extraña, que es alguien importante e imprediscible. No hay despedida más dolorosa que la que no tiene explicasion, que la silenciosa, que la que se hace por cobardía o por orgullo. Tantas cosas nos perdemos en la vida por no aprender a dejar nustro ego fascinado de lado. Ojalá algún día, si te toca despedir a alguien, lo hagas con un abrazo, con palabras y sabiendo que lo mejor, nunca se olvidará.

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