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jueves, 9 de septiembre de 2010

Contemplas la luna, la noche, la arena revoloteando bajo tus pies y te sientes libre… notas que cada paso que das es hacia adelante, que todo lo que hagas estará bien porque no hay marcha atrás, porque al fin has encontrado el camino perfecto que guía tu vida. Y caminas, caminas con decisión, no hay nada que pueda frenarte en este mar de aguas azules llenas de esperanza.
Escuchas las olas, te parecen sonidos lejanos que sin embargo viven en ti, puedes sentirlos porque estás nadando dentro de ellos, te complementan, te hacen vivir.
Porque es así, es tu voz, es el mar en el que ahora vivimos el que nos hace ser fuertes. Que ahora decir te quiero se queda corto... comparado con todas las estelas de sueños que has pintado con tu nombre en la arena, en el agua, en el cielo…
¿Puedes sentirlo? Lo de que vivimos en una isla en medio de millones de tiburones que aunque ataquen no hacen daño, porque nuestro velero no es de madera, es de hierro, como tú y yo, como este mundo mágico que nos hemos forjado centímetro a centímetro, piel a piel…
Eres tú y tu sonrisa, o tu sonrisa y tú, me da igual, pues ambas te llevan (a ti). Por eso, créeme si te digo que ya no me importa nada más, que mis días contigo no son estúpidas fotocopias, que el café de por las mañanas me sabe un poquito menos amargo, o que en los días con lluvia siempre sale el arcoiris. Créeme si te digo, que el mundo es más bonito desde que sabe a chocolate, y no a fracaso.