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jueves, 9 de septiembre de 2010

Ultimamente me duermo con tus palabras en la garganta, las dejo ahí para que inyecten poco a poco el corazón… y al final, funciona. Respiro alocadamente, creo que es porque nunca había guardado tan fuerte un sueño, a veces, incluso me da la sensación de que los aprisiono, pero es que no puedo permitir que se escapen, no ahora…
Lo peor es la manera en la que todo esto pueda acabar un día conmigo, cuánto más nítido es todo, más frágil me vuelvo.
Somos culpables, ambos, porque estamos inundándonos de luz (que dudo que algún día pueda brillar tanto como ahora) y quizás explotemos, y no seamos capaces de seguir cosiendo nuestra piel con agujas llenas de sentimiento, de ése que te endulza el alma, de ése que es real y tiene más fuerza que cualquier huracán que desee despedazarnos en tiras todo el camino conseguido hasta ahora.
Tengo miedo, sí, al tiempo que con las horas se vuelve traicionero, al mal sabor de boca que dejan los recuerdos cuando viajan de aquí para allá sin volver a pasar por la misma parada… Me asusta el temblor de los labios que sólo anuncian despedidas, la cantidad de cerrojos que cierran puertas sin darte oportunidad de volver a abrirlas…
No quiero tener que bajar al suelo una vez que lleguemos a lo más alto. No, no quiero, ni tampoco quiero soportarlo.