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jueves, 9 de septiembre de 2010

.El ruido de sus tacones producía un largo y acogedor eco en toda la fría, triste y lluviosa calle del mes de Enero. Caminaba sin prisa, decidida, con la mirada hacia el frente. No miró atrás ni una sola vez, ni tampoco se paró a pensar hacia a dónde iba, qué debía hacer y cómo tendría que actuar. Sonreía. Hacía mucho que no lo hacía de esa forma, esa sonrisa suya tan peculiar pero que estaba llena de sincera felicidad.
Ella lo sabía, había cambiado, ahora era otra persona.
Siguió caminando hacia delante con la idea del cambio de sí misma, y le gustaba. Se dio cuenta de lo fuerte que era ahora, casi indestructible.
Una suave brisa le acarició el rostro, entonces pudo percibir el olor del olvido, el tacto nuevo de la vida y el sabor de la alegría.
Sus mejillas se hincharon de repente, rojas, sonrientes. El corazón no dejaba de latir, fuerte, latente, y así volvió a sentir unas inmensas ganas de vivir..*